Muchas veces me he visto inmersa en una sensación en la que no puedo respirar y solo puedo gritar, pero por alguna razón es como si estuviera debajo del agua. Sabemos que cualquier ruido que suceda debajo de ella es casi imperceptible, sino es que al cien por ciento inexistente.
Nunca le había tenido el suficiente temor al agua para no lanzarme a ella, aunque no supiera nadar, y es que mi vida se había basado en este concepto por lo que parecía mucho tiempo, el hacer las cosas para sentirlas, aunque tuviera miedo de no saber qué es lo que iba a suceder.
El vivir con la incertidumbre constante de “si hubiera hecho esto diferente” vivía en mi cabeza más de lo que quisiera, pero es que me mantiene tan viva esa sensación, que a veces no sé cómo es que podría vivir sin ella.
El intentar mantener mi cabeza sobre el agua se había convertido en una constante que había momentos en los que solo me quería hundir, y quedarme debajo, hasta que se me acabará el aire, y tuviera que salir solo por el suficiente para poder seguir viviendo.
Cualquier lo llamaría masoquismo por querer seguir sufriendo, pero yo lo llamaba auto preservación.
Había estado oculta durante lo que parecía demasiado tiempo, fingiendo que me gustaba estar en las sombras, existiendo en una mentira demasiado perfecta, demasiado manipulable, demasiado asfixiante, pero tan cómoda que no me había percatado de que la costumbre me había mantenido en un lugar en el que no quería estar.
Creí que podría quedarme ahí por siempre, y justo cuando pensé que este sería el fin de mí, de todas aquellas risas que me hacían eco, de lo que me hacía sentir calor en el pecho y esa sensación de sonrojarme, pude verme de frente al espejo, con el maquillaje corriendo con las lágrimas por mis mejillas.
¿En qué momento me había permitido llegar a esto? ¿En qué momento me había dejado de lado y había permitido que me transformarán en algo que había decidido nunca ser?
Podría jurar que incluso detrás de esas lágrimas y en el reflejo de mis ojos por fin pude volver a ver el brillo que parecía haber perdido, ¿cuándo lo había perdido?
Así que solo me limpié las lágrimas con la manga de la chaqueta, y me miré de nuevo, respirando por primera vez en mucho tiempo, aceptando que por mucho que me gustará estar en el agua, ese no era mi lugar, así que me sumergí una última vez, para recordar porque me había ido, para recordar la sensación de calma que se había convertido en tempestad.
Y salí de nuevo a respirar, pero esta vez por completo, y esta vez no volvería al agua.