El gobierno federal y una mayoría legislativa aprobaron extender la participación del ejército en tareas de seguridad pública hasta 2028. Las razones no tienen que ver con la legalidad ni con la seguridad.
El 04 de octubre pasado, el Senado de la República aprobó un artículo transitorio constitucional para ampliar el plazo de participación de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública en México.
Este resultado fue posible gracias a la connivencia de nueve senadores del PRI, dos del PRD y uno que abandonó el grupo parlamentario del PAN dos semanas antes de la votación.
Los argumentos en contra de la militarización son múltiples y variados. El más convincente, me parece, es su ineficacia. Los militares llevan décadas en las calles y no vivimos en paz.
Este sexenio ha sido el más mortífero y con más desapariciones.
En algunos territorios de la República el narcotráfico ha desplazado a comunidades enteras y apenas un día después de la votación asesinaron a 18 personas en el palacio municipal de San Miguel Totolapan, Guerrero.
Todo esto, a pesar de tener a los militares en las calles, supuestamente procurando nuestra seguridad.
El gobierno actual ha mantenido, primero por acuerdo y luego por decreto, a las fuerzas armadas en las calles, argumentando que el mando sería civil y que regresarían al cuartel en 2024. Sin embargo, hace un par de semanas, de pronto les pareció urgente ampliar este plazo y ahora se quedarán hasta el 2028.
En este contexto histórico aplica muy bien aquella frase que el canciller alemán Otto von Bismarck, artífice de la unificación alemana y figura clave de las relaciones internacionales en el siglo XIX, tenía clara “con las leyes pasa como con las salchichas: es mejor no ver cómo se hacen”. Aunque en realidad la frase la dijo primero el poeta estadounidense, John Godfrey Saxe: “las leyes, como las salchichas, dejan de inspirar respeto a medida que sabes cómo están hechas” es más atribuible frecuentemente a Bismarck.
Todo legal en las votaciones, al menos eso dicen, Pero… ¿Qué decir del trasfondo, es decir, de esos procesos de te doy, me das que lo contaminan todo? Creo que Bismarck tenía razón: “Es mejor no ver cómo se hacen”. Porque el proceso no acrecienta la confianza ni la admiración de los ciudadanos a sus representantes, tanto diputados como senadores.
Lo dijo bien el dirigente soviético Nikita Kruschev: “Los políticos son iguales en todas partes: prometen construir un puente incluso en donde no hay un río”. Por ahí va el curso de la historia en estos últimos sexenios en nuestro país.
William Randolph Hearst, magnate estadounidense propietario de muchos medios de comunicación, afirmaba que “un político hará cualquier cosa por conservar su puesto, incluso convertirse en un patriota” y se podría seguir con más frases hasta la saciedad, pero creo que, con lo ya dicho, nos hemos acercado al paraíso de las “leyes salchichas a la mexicana”, ese en el que, según Bismarck, lo mejor es no saber cómo se hacen unas y otras. Porque nada parece haber cambiado y mucho menos beneficiar a la ciudadanía.
Con la complicidad de personajes como los diputados y senadores resulta difícil tomar con seriedad las intenciones éticas de un movimiento que pretende la regeneración de la sociedad. Una verdadera cruzada espiritual no puede hacerse con mercenarios en las calles que dicen defender a la ciudadanía y ha quedado demostrado que están coludidos con los mafiosos o acaso ya olvidaron al Gral. Cienfuegos y sus problemas en EU. Al inicio de este sexenio.
El problema no solo es hacerse de la vista gorda a la manera en que se consiguió una ley, a partir de la mezcla de vísceras y entrañas, como en el caso de las salchichas. Es también el hecho de que, al hacerlo con este tipo de material, con frecuencia terminan produciendo una intoxicación de mayores consecuencias que lamentablemente se verá próximamente en nuestras ciudades.
¿Tú lo crees?… Sí yo también.