Pachuca de Soto.- La ballena (The Whale) ya ha llegado a los cines. Hace meses que se viene hablando de la película de Darren Aronofsky y por fin ha llegado el momento de ir a verla. Alejandro G. Calvo, crítico y ‘publisher’ de SensaCine, fue uno de los primeros del mundo en verla en el Festival de Venecia y puede definirla en una única palabra: “increíble”.
Es difícil quedar indiferente ante esta película. No solo por el revuelo que ha generado a su alrededor, sino porque supone el regreso -triunfal- de Brendan Fraser al mundo del cine. El actor de George de la jungla y La momia se encontraba en un vacío interpretativo desde hacía décadas. Aronofsky creyó en él y le ha hecho convertido cuando menos se lo esperaba en un auténtico ídolo de masas.
Fraser ya viene triunfando en la temporada de premios y no ha habido ni una sola ceremonia en la que él no fuese el centro de atención. Su humildad y emoción verdadera al recibir el agradecimiento le han puesto en el punto de mira: todo el mundo le quiere.
“Estaba en el desierto y probablemente debí haber dejado un sendero de miguitas de pan, pero me encontraste. Simplemente me enseñaste dónde ir para llegar donde necesitaba estar”, declaró en su discurso en los Critics Choice Award.
Aronofsky viene de Pi, un relato asfixiante con tintes fantásticos y surrealistas que se ha convertido en un título de culto; de Requiem por un sueño, otra cinta agónica; y de Madre!, una película loquísima y salvaje que es una maravilla.
Su filmografía repite un patrón claro: presenta una tensión que te va cortando poco a poco. Con La ballena se aleja de todo eso. Aunque hay agonía, drama y un hombre acorralado, es muy teatral.
The Whale es un drama con muy pocos personajes que en malas manos podría haber sido una película de sobremesa. Fraser es un profesor que pesa 200 kilos y que lleva años sin salir de casa. Es fácil caer en un melodrama con una historia de este tipo, pero Aronofsky lo sabe controlar.
Pese a que es una película donde la miseria no deja de ser el elemento constante de la narración, tanto su protagonista como su director saben darle muchísima belleza a ese contenido dramático. La imagen es muy agresiva e impactante, pero es tan bonito lo que se consigue transmitir con ella que te desarma.
La película nos habla de la depresión, del dejarse, de la ruptura, de la amargura existencial, de lo que es estar sola, de que la vida te maltrate y, al mismo tiempo, nos habla de las segundas oportunidades, de confiar en la gente sea como sea esa gente. Es una pasada, Aronofsky cuenta un drama de cámara con una belleza brutal y, sin entrar en ‘spoilers’, le otorga un final increíble.