Cuando desperté no podía ver nada más allá de oscuridad. No es que le tuviera miedo a la oscuridad absoluta, pero tampoco me hacía sentir tranquilo que era lo que había más allá. Ni siquiera podía ver mis manos frente a mí. Decidí no moverme, por propia supervivencia, tal vez si me quedaba donde estaba, no tendría que enfrentarme a lo que sea que estuviera a unos cuantos metros o centímetros de mí.
Sabía que entraba el aire por alguna parte, pero justo el necesario para mi comodidad, no sabía si alguien más estaba conmigo, pero, sino que era alguien amigable, no pondría más que en un peligro que no estaba dispuesto a correr.
Ahora mismo no podía recordar ni un solo color, ni un olor, ni un sonido, y podía jurar que escuchaba mis pensamientos, brotar como si me estuviera ahogando en un mar de ideas y sobre pensamientos que no hacían más que hacerme sentir intranquilo. La sensación era asfixiante, pero prefería quedarme justo aquí, porque era eso, o enfrentarme a lo desconocido.
Por un momento llegué a pensar que en realidad no podía ver más, que estaba ciego, y que tal vez ya no iba a poder ver nunca más, pero justo cuando la esperanza se desaparecía y quería gritar que me ayudarán, que no podía más, regresaba ese miedo que parecía abrazarte poco a poco y te hacía sentir en una comodidad inexplorada que no era placentera, se convertía en peso en el pecho que parecía aplastarte contra el suelo poco a poco hasta que no pudieras respirar.
Con el tiempo el hormigueo en mis extremidades se hizo presente, podía jurar que estaba dejando de sentir mi brazo izquierdo, como si alguien me lo hubiera arrancado, así que cada cierto tiempo lo movía o lo tocaba con lentitud, solo para comprobar que aún se encontrará ahí, que no se había ido, que aún lo tenía. Aunque igual no me servía de mucho, no lo estaba usado en este momento, pero tal vez, solo tal vez, en algún momento sería necesario.
En el momento en el que me falto el aire ya no sabía cuánto tiempo había pasado, no estaba seguro de si alguien me estaba arrebatando el aire, o es que quizás la ansiedad de estar en este vacío, oscuro, ensordecedor y cegador, me estaba arrebatando lo poco que quedaba de mí, o más bien, de lo que había sido.
¿Y si me estaba convirtiendo en una persona que no reconocía? ¿Si ya estaba muerto y mi cuerpo estaba en el limbo esperando el siguiente paso? ¿O si estaba esperando a solo sentir algo externo de mi cuerpo para ponerme en acción?
Bastaba decir que el miedo era mi motivación a no dar ni un paso, a no levantarme, a no hablar, a solo quedarme aquí, existiendo.
¿Pero qué es realmente existir? Y es que aún recuerdo lo que era existir, y existir de una manera tan inconmensurablemente maravillosa que parecía que la vida no haría más que brillar y mostrarte cada uno de los colores que había creado para tu satisfacción.
Existir de esa manera en la que cierras los ojos y sientes el aire, golpear tu rostro y tú solo lo aspiras con tanto fervor que parecía que te vas a acabar todo el que hay en el planeta. Existir mientras vas corriendo bajo la lluvia y solo sientes el frío del agua en tu piel. Existir cuando sientes la calidez de una mirada que dice más que una palabra.
¿Eso es existir? Porque ahora mismo no recuerdo ninguna de esas cosas, es como si cada una de las sensaciones, recuerdos y estigmas se hubieran perdido en esta oscuridad. ¿Y si no recordaba nada, entonces por qué tener miedo a lo desconocido?
En el momento en el que moví un solo dedo fuera de lo que parecía ser una zona segura, pude sentir la liberación, y podía jurar que la negrura de la oscuridad se había vuelto un poco menos oscura, así que me puse sobre mis rodillas, y cuando lo hice vislumbre un cristal rodeándome, yo estaba dentro de un cubo de cristal, cabía perfectamente en el de pie.
Sabía que el cristal se podía romper, pero prefería mil veces que se rompiera, a quedarme sin saber qué había más allá, cuando me puse de pie pude escuchar el crujir del vidrio bajo mis pies, esperando cualquier movimiento brusco para estrellarse y caer en cientos de pedazos, pero no pensaba seguir quedándome quieto, sin saber a dónde me podría llevar el que se destruyera el cristal.
¿Prefería seguir simplemente existiendo en un solo lugar lleno de soledad y oscuridad, o quería existir dónde podía sentir?
Sentir era algo que había hundido en mi pecho desde hace mucho tiempo, y sabía que era una gran zona de confort el quedarme donde estaba, evadiendo, diluyendo, destruyendo cualquier clase de sentimiento negativo o positivo. Así que decidí saltar, así sin más, destruir el cristal.
Y entonces, destruido el cristal, pude sentir todo, y podría jurar, que existir de esta manera era mucho mejor que estar en la oscuridad sin sentir nada.