Todo cambio tecnológico ha tenido su impacto social, tanto en los procesos económicos como en la dinámica de toda sociedad, cuando surgió la primera revolución industrial, primeramente en Inglaterra a finales del siglo XVIII (Aibar, 2019) entre 1760 y 1840, fue la máquina de vapor, inventada por Thomas Newcomen y James Watt en 1765 (Durval, 2021), que impulsó la mecanización y la formación de fábricas, principalmente textiles, las herramientas artesanales fueron cambiadas por las máquinas, logrando una mayor eficiencia en los procesos productivos, la energía generada manualmente se sustituyó por la energía motriz, los procesos manufactureros se transformaron en fábricas industriales, y el transporte acortó distancias y tiempos, todo ello impactó las relaciones productivas, entre los distintos participantes como inversionistas, administradores y trabajadores, la función pública de los gobiernos atendían los requerimientos de los empresarios, que procedían de las estructuras feudales, marcando la ruta de la nueva sociedad capitalista.
Algunos autores analizaron los impactos sociales de este cambio tecnológico, como Jerome Adolphe Blanqui y Federico Engels (Engels, 2020), este último habló de la formación del sistema capitalista industrial, dando origen a la clase obrera, los capitalistas industriales se beneficiaron por el incremento de sus ingresos y la acumulación de sus capitales, mientras que los obreros vieron que su situación social empeoraba, sin servicios de salud, ni acceso a la educación para sus hijos, dado lo precario de su salario, la formación del proletariado industrial y del proletariado agrícola, reflejó su exclusión negando al acceso a un bienestar digno.
La precaria situación de la base social, ocasionada por una aplicación tecnológica y la formación de un modelo económico que sentó las bases para privilegiar a la rentabilidad y a la acumulación de capitales, sobre las necesidades de la población trabajadora, excluyéndola del bienestar al que tenían derecho, por formar parte de la ecuación productiva, esto dio pauta a los movimientos sociales y políticos que desde entonces buscan reivindicar su bienestar, como expresión de una justicia social.
La segunda revolución industrial abarcó 1840-1914 se distinguió por el desarrollo de los energéticos como la Industria Eléctrica, impulsando la industria electrónica como el motor eléctrico por Michael Faraday en 1821 demostrando por medios electromagnéticos (Endesa, Educa, 2024), el principio de la conversión de la energía eléctrica en energía mecánica y viceversa; este motor fue perfeccionado por Nikolas Tesla, logrando en 1888 el primer motor eléctrico trifásico.
Nikolas Tesla, de sus numerosos inventos (300 patentes), el más importante fue la creación de la macro torre denominada “Wardenclyffe” que formaría un campo magnético, rodeando a todo el planeta, generando electricidad gratuita para toda la humanidad.
Los intereses financieros no se lo permitieron por qué les quitaría el gran negocio de la industria eléctrica, en sus fases de generación, distribución y suministro, de haberse cumplido este sueño de Tesla, el mundo sería muy diferente (Alcalá, 2023). “Para tener éxito, los inventores deben ser creativos en ambos aspectos, en su negociación con la naturaleza y en su negociación con la sociedad” (Carlson, 2015, pág. 23).
El uso de combustibles fósiles, como el petróleo, fue otro de los signos de la segunda revolución industrial, esta fuente de energía fue el apalancamiento del desarrollo de la incipiente industria automotriz. El descubrimiento y uso de los energéticos, transformó todas las actividades económicas y su impacto en lo social no se hizo esperar, las migraciones del campo hacia las ciudades, en busca de mejores empleos, por la demanda de mano de obra en las nuevas fábricas, se tradujo en una dinámica demográfica, de formación de ciudades urbanas, pero dada la concentración de capitales por la alta rentabilidad en las ganancias, y la precarización salarial, los flujos de la población del campo hacia las ciudades, derivó en la formación de cinturones de miseria, ese fue uno de los resultados del desarrollo tecnológico, que representó la llamada segunda revolución industrial.
Los avances tecnológicos implican una expansión de la urbanización, dinámica que no siempre fue acompañada de un bienestar social, la industrialización, generada por el desarrollo tecnológico, ensanchó la desigualdad, por un lado, zonas residenciales, con una calidad de vida muy superior a las zonas marginadas que se fueron formando.
Bibliografía
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