Todas las historias tienen un inicio, se enriquecen y trascienden hasta lograr transformarse en algo valioso que deja una huella profunda y que gracias a ellas se aprende cada día más, la historia se escribe a diario dejando enseñanzas que hacen revalorar la vida misma.
Es por eso que la columna “El Tlacuilo” ha tratado por más de una década divulgar la historia, de forma veraz y directa, tratando siempre de dar a conocer los acontecimientos históricos, para reflexionar acerca de ellos y de esta forma poder entender el hoy, la historia es aquella voz del pasado que nos invita a corregirnos y ayudarnos aprendiendo de ella.
Desde que inició “El Tlacuilo” ha tenido cobijo en varias casas editoriales y en esta ocasión doy gracias al diario “Bóveda informativa” por brindarme la oportunidad para que esta sección siga manteniéndose firme y publicándose; más de diez años han pasado y ésta columna ha logrado el cariño y aceptación de cientos de lectores logrando convertirse en un referente local, nacional e incluso internacional gracias a que lectores mexicanos que habitan en el extranjero comparten la columna tanto en redes sociales y también con familiares y amigos.
Pero, ¿Qué actividad realizaba un Tlacuilo o bien que es un Tlacuilo? Los tlacuilos eran hombres hábiles en el dibujo, considerados sabios porque sabían todo lo referente a su cultura. Desde niños se les adiestraba en el conocimiento profundo de su lengua y cultura. La labor del Tlacuilo se asocia, por lo tanto, con diferentes actividades, no sólo con la pictografía. El Tlacuilo pintaba códices y murales en Mesoamérica. Conocía las diversas formas de representación, así como la mitología, historia, ilustraba métodos de curación, temas matemáticos, rituales fúnebres y religiosos. Podía trabajar en mercados y templos, según el tipo de actividad para la que se le necesitara.
Para elaborar los códices, los tlacuilos usaban papel amate o āmatl, piel de venado o tela de algodón tejida en telar de cintura, así como tintas negra y roja para las pinturas y glifos. Y quizá, en algunos casos, papel de maguey.
Los códices se guardaban, doblados a manera de biombos, en amoxcallis o casas de códices. Los tlacuilos se encontraban bajo la protección de la diosa Xochiquétzal.
Además de registrar los eventos en los códices, los mexicas conservaban su historia en la memoria de los individuos, transmitiendo sus conocimientos de generación en generación. Observando un códice, a los mexicas les era posible recordar con fidelidad la sabiduría de su pueblo. Por esta circunstancia será que el Tlacuilo es “el que escribe pintando” o bien “el que pinta escribiendo”.
Pero antes de pintar tenían que conversar con su corazón, ya que para los mexicas ahí habitaba la divinidad. Tras la llegada de los españoles los tlacuilos también se dedicaron a retratar la historia familiar de la clase noble y las costumbres del pueblo y así fue como fueron trascendiendo los tlacuilos, convirtiéndose en un referente que legó al mundo sabiduría ancestral.
Por ello me he permitido nombrar mi columna tal cual, “El Tlacuilo”. Si bien no realizo códices como los antiguos tlacuilos, sí escribo analogías entre un hecho pasado y uno actual dando por asentado que, si bien la historia ha cambiado, puesto que el contexto histórico no es el mismo sin lugar a dudas en el amplio devenir de la humanidad las enseñanzas del pasado se confrontan con las realidades del hoy dando por asentado que tenemos aún mucho por aprender. Gracias estimados lectores y lectoras por estos 14 años más los que están por venir.
¿Tú lo crees?… Yo también.