Cuando la humanidad se encontraba naciendo de entre las cenizas, cuando no había más que volcanes en erupción constante, y los mares se encontraban en movimientos llenos de frenesí que solo golpeaban con violencia aquellas rocas sinuosas y destellantes, con una filosidad impresionante, yo te vi a ti.
En las profundidades del océano, dentro de una burbuja, dormida y en total silencioso, con esa sensación de paz, a pesar de que a unos kilómetros arriba el mundo se encontraba sin control, y el planeta luchaba por encontrar una vida, que ya estaba escondida entre sus profundidades.
Definitivamente no era una humana cualquiera, porque yo para ser el creador de universos y galaxias, había ya visto bastantes dentro de mis fulgurantes y efímeras bolas de fuego. Podía sentir su poder, la burbuja de alguna manera lograba contenerla y mantenerla caliente, dormida y segura sin ningún problema. ¿Cómo era posible que, en tan poco tiempo, la tierra se encontrará con un humanoide con tal poder y con tanta belleza?
Pasaron días, y mientras yo te miraba tú sonreíste en tu incansable ensoñación eterna, no comprendía que hacías aquí, como habías llegado, cuál era tu propósito, y sobre todo, porque esa paz extenuante y gloriosa me invadía y me invitaba a quedarme contigo el mayor tiempo posible.
Cuando nacieron las primeras formas de vida, y evolucionaron hasta convertirse en lo que ahora se conoce como dinosaurios, comprendí que era lo que estabas esperando. Entre más evolución y más inteligentes eran, más crecías y más poder emergía de aquella burbuja que te mantenía cautiva y bajo su total control.
El día que emergiste fue el mayor acontecimiento que ha existido sobre la tierra y que los humanos desconocen, los mares se calmaron, la luz del día desapareció, y los animales se quedaron en silencio. Cada cosa con vida se dio cuenta de tu presencia, y tú, volviste a ser del tamaño de un humano, común y corriente. Recuerdo haberte visto caminar por las playas hasta que las viste todas, beber de cada río, lago y laguna hasta que saciaste y los volviste a llenar por tiempo limitado, acariciar cada árbol, planta y flor que surgiera de la tierra, y amar cada uno de los seres vivos que habitaban el extraño planeta que habitabas.
Con el paso del tiempo, muchos te llamaron bruja, te llamaron loca, te llamaron mounstro. Ninguno pudo observar el potencial que emergía de ti, hasta que un día, me acerque a ti lo suficiente como para que temieras de mí y te ocultarás con temor.
Te extendí mi mano y te ofrecí ir conmigo, te negaste más de una vez, y sabía que pronto sucumbirías ante tu poder, y te verías obligada a existir, como todos los demás de tu clase que habían nacido después de ti, pero ninguno tan poderoso como tú. Me fui como una estrella por la noche, y te expliqué lo que eras, sin embargo, no te veías intranquila, parecías una diosa, una luz entre aquellas sombras.
Durante décadas los humanos se mataron entre ellos, a pesar de su conocimiento, se destruyeron y asesinaron sin control con tal de obtener poder y dinero, hasta que llego tu partida.
Tu cuerpo perecía a lado del mar, justo donde te había descubierto. Durante tantos años de vida me dediqué a admirar que envejecer no era algo que tu hicieras, simplemente permaneciste como una joven hermosa, sabia, y longeva que habitó la tierra por más de un siglo.
Ese día pude admirar como una luz emergió de tu pecho y se dividió entre miles de partículas diminutas que entraron dentro de los humanos justos, dentro de los humanos que eran dignos de tu presencia dentro de su cuerpo. Fue así que la sociedad cambio, acepto el perdón, el arrepentimiento y las diferencias.
Te volviste un símbolo lleno de tranquilidad y paz, a pesar de las adversidades. Así que te llamé: Esperanza. Un símbolo de que no hay más que saber que incluso dentro de la oscuridad, siempre hay un rayo de sol que te permitirá seguir.