A lo largo de la historia han existido mujeres poderosas que han demostrado que ser mujer no es un impedimento para gobernar y ser respetadas, sin embargo, hay más de un pensamiento de que al ser una mujer de complexión delgada, y más baja que un hombre se es más débil y menos inteligente.
Esto no tiene nada de verdad, pues son las mujeres las que han abierto el paso a la humanidad por medio de la creación de nuevas vidas en sus vientres, pues son las mujeres algunas de las consejeras más sobresalientes a lado de un hombre gobernante sin experiencia, una sabiduría que influye en sus sentimientos y emociones de manera extenuante y abrumadora, cuando solo muestra una empatía mayor a ciertas situaciones.
Pero no todo es belleza y bondad, ha existido más de una mujer que ha demostrado una inteligencia cruel y despiadada, sin temor a lo desconocido, atrevida e influyente, esas mujeres temibles a lo largo de todos estos siglos.
Y, sin embargo, hay una que ha logrado mantenerse en todo el tiempo en el que la humanidad ha demostrado ser destructora de planetas y conquistadora de faunas y floras que no se pueden defender por sí mismas.
Su nombre es Gaia, una mujer que se oculta entre las sombras, que se ocultan en los rayos del sol, y que puede observar todo al mismo tiempo.
Cuando la vida nació, de Gaia fluyó.
Una mujer poderosa llena de tempestades y bellezas inexplorables que ha enamorado a más de un mortal que ha pisado la tierra, y aun así, ha sido destruida sin piedad, y sin remordimiento.
Cuando la conocí, no vi más que una mujer de cabellos largos y castaños que le cubrían parte del rostro mientras el viento azotaba el ambiente y los pájaros cantaban con emoción por su llegada, aunque para ser sincera, no pensé que fuera exactamente porque ella estaba ahí, sino por la primavera.
Su piel morena resplandecía bajo la luz directa del sol, como si contuviera cientos de estrellas en ella; aquellos ojos marrones me miraron con curiosidad y segundos después como si nos hubiéramos conocido de toda la vida, yo estaba embarazada en ese entonces y no lo sabía, lo supe por lo menos unas tres semanas después.
La sonrisa que provocó en mí me pareció algo asombroso, pues parecía emitir un aura lila que la cubría y la protegía de cualquier cosa que pudiera lastimarla, si hubiera sido lo suficientemente religiosa, habría creído que era un ángel o que tal vez era el ser divino que todos llaman dios.
Conversé con ella durante unas horas, pude notar que no dejaba de mirarme el vientre, lo cual en ese momento me pareció bastante extraño. La plática fluyó como si fuéramos hermanas, familia, hablamos sobre lo hermoso que era el planeta y lo difícil que era mantenerlo limpio y seguro para las nuevas generaciones, yo mencioné más de una vez que el planeta se estaba enfureciendo y decayendo por la cantidad extrema de contaminación, y solo pude ver en ella una mirada distraigo y sobrecogedora que me hizo sentirme culpable.
Me explicó que el planeta más bien se encontraba triste, porque sus humanos no habían logrado cuidar a sus animales y a su fauna, de la misma manera en que se les había ofrecido cada una de las bondades de la tierra y la vida. Que cada miles de años el planeta borraba por completo a los seres vivos existentes con el objetivo de mantenerse pura, pero ahora se encontraba tan débil, tan usada, tan explotada, que no sería capaz de hacerlo de manera controlada, que un día solo los mares arrasarían con la tierra, que los volcanes incendiarían ciudades y bosques, que la arena generaría tormentas y tornados destructores, y nadie iba a sobrevivir a eso.
Por supuesto no creí ni un poco en lo que me decía, porque nadie sabía eso, nadie iba a poder vivir para contarlo en caso de que sucediera, así que lo adjudique a su impresionante imaginación, porque para ser sincera, me parecía una gran historia, una simple historia de ficción y fantasía.
O eso pensaba hasta que di a luz, y por primera vez pensé en que no quería que mi pequeña tuviera que verse en esa situación, porque cada vez todo era peor, los terremotos, los huracanes, las tormentas, las inundaciones, todo.
Habían pasado por lo menos tres años y entonces la vi de nuevo en un parque, sin una sola arruga, y con la misma belleza con la que la había conocido, mi hija corrió a sus brazos y ella la alzo con facilidad.
Y entonces lo entendí, ella era nuestra madre, la madre tierra, el planeta, era Gaia.
Me extendió la mano libre, y como si fuera un imán yo la tomé, nos llevó con ella a un lugar hermoso, lleno de mujeres con hijos e hijas, todas la miraban sonriendo y parecía una especie de fabuloso encuentro. Cuando miré a mis pies pude vislumbrar el planeta tierra, se comenzaron a formar nubes blancas sobre los mares y pronto el mar cubrió cualquier vestigio de tierra.
Ella había elegido sabiamente a las personas que gobernarían la nueva Tierra, nos dio una misión, protegerla, y enseñarles a los niños y niñas a protegerla. Cuando la catástrofe termino, nos permitió bajar y observar el nuevo mundo, un mundo salvaje y hermoso, un mundo fructífero y limpio, un mundo nuevo y sabio, lleno de historia y vida.