El historiador griego Teotompo que relató la historia de Eróstrato, dice de él que era un pastor de Éfeso que un 21 de julio del año 365 a.c. prendió fuego al templo de Artemisa (Diana en la mitología romana), una de las siete maravillas del mundo antiguo, por su afán de notoriedad para pasar a la historia por ello. La historia de este personaje ha tenido importantes repercusiones en el pensamiento y en la literatura.
Para Cicerón la muerte es algo terrible para los que no esperan nada después de ella, sin embargo, no lo es para los que no mueren en la estima de los demás, perdurando para siempre en el reconocimiento de su gente. En otro escrito Cicerón comenta que el hombre no es mortal, lo es su cuerpo.
Curiosamente, esta idea ya estaba implícitamente en el antiguo Testamento: En el Génesis (25,7s) se dice: “que lo que al hombre justo le interesa es morir lleno de días”.
Cervantes en el Quijote hace este relato:
También vienen lo que cuentan de aquel pastor que puso fuego al templo de Diana, una de las siete maravillas del mundo… al fin se supo que se llamaba Eróstrato”
Baltasar Gracián en el Criticón, también se refiere a este personaje:
Este es el que prendió fuego al templo de Diana, no más que porque se hablase de él en el mundo”
Víctor Hugo en su poema “Ce que dit la bouche de l’ombre” dice:
y el viento que hace mucho soplaba en las sodomas / mezcla en el sucio hogar y bajo el vil caldero/al humo de Eróstrato con la llama de Nerón”
Por último, citaré a Unamuno que en su novela Amor y pedagogía (publicada en 1902 en Barcelona) cita a Eróstrato para resaltar el ansia de inmortalidad del ser humano. Para Unamuno la esencia del existir humano es el hambre de supervivencia.
En psicología se habla del Complejo de Eróstrato para definir una personalidad de escasa autoestima con deseo de fama, notoriedad y de alguna manera búsqueda de la inmortalidad, dispuestos a realizar cualquier cosa para alcanzar esta meta.
La base psicodinámica de este trastorno está en el afán de poder, concepto desarrollado por Alfred Adler. Según este autor, el afán de poder no se debería dar en una persona psicológicamente estable, sino en aquellas personalidades con sentimientos de inferioridad, por lo que necesitan destacar.
Este síndrome es cada vez más frecuente en nuestra sociedad occidental, donde hay muchos sujetos con afán de poder, capaces de hacer cualquier cosa por alcanzar fama, notoriedad, dinero y a la postre por supuesto “su inmortalidad”.
Esto explica la creciente aparición de los nuevos Eróstratos del siglo XXI.