Que la humanidad se encamina a toda velocidad hacia la destrucción de la Tierra es algo que sabemos desde hace tiempo. Cada vez estamos más concienciados acerca del calentamiento global -una Nochevieja en mangas de camisa es, cuanto menos, raro- y tampoco era algo nuevo cuando WALL·E llegó a los cines.
La cinta de Andrew Stanton seguía la estela de Una verdad incómoda, de Davis Guggenheim, acerca de la campaña de Al Gore para concienciar sobre esta problemática.
Lo valioso de WALL·E, por tanto, no es que nos diga que tenemos que cambiar nuestros hábitos, que eso ya lo sabemos de sobra, sino que casi 15 años después de su estreno su crítica tenga aún más sentido: tenemos la tecnología para cambiar las cosas, pero no nos da la gana hacerlo.
Esto aparece ya en la secuencia inicial de la cinta, cuando vemos el planeta totalmente desolado. En las primeras imágenes se ve cómo los humanos instalaron turbinas de viento y centrales nucleares -energías más limpias y compatibles con el futuro- encima de una montaña enorme de residuos y basura.
Es decir, los hombres no se decidieron a cambiar sus fuentes energéticas hasta que ya era demasiado tarde, a pesar de que podrían haberlo hecho mucho antes.
Es un detalle muy sutil y es posible que no te des cuenta de ello hasta un segundo o tercer visionado. Esta imagen complementa el mensaje que está presente a lo largo de toda la cinta.
Cuando nos encontramos con la civilización actual, nos damos cuenta de que muchas generaciones bajo el régimen de BNL tuvieron la capacidad de limpiar el planeta y no les importó lo suficiente como para hacer el esfuerzo.
Para algunos espectadores puede ser un agujero de guion el hecho de que abandonaran la Tierra.
Antes que adentrarse en el espacio, podrían haber construido un búnker o vivir en edificios cerrados herméticamente, justo lo que es la nave en la que viajan, pero el mensaje de los guionistas era que los humanos han dejado atrás el planeta como si fuera un trozo de basura.
Lo han utilizado para lo que han querido y, cuando se ha gastado, lo han tirado y han seguido consumiendo y gastando recursos en otra parte, sin haber aprendido nada.