El sol iluminó a la ciudad de México la mañana del 10 de abril de 1912. Con algunas horas de diferencia, el Titanic había iniciado su viaje inaugural, zarpando de Southampton, Inglaterra con destino final en Nueva York. La gente se reunió por decenas para despedir al que los periódicos llamaban “el coloso de los mares”.
Sin lugar a dudas, en Europa y Estados Unidos la noticia llamó poderosamente la atención de los lectores: entre los pasajeros viajaban importantes empresarios, magnates de las finanzas, políticos, artistas y deportistas reconocidos internacionalmente.
En la Ciudad de México, un nutrido grupo de personas también se reunió, pero lo hizo en la estación de ferrocarriles de Buenavista; desde luego no imperaba la sofisticación ni el glamour de Southampton, pero la gente sacó sus pañuelos blancos para despedir al general Victoriano Huerta que marchaba al norte del país a poner fin a la rebelión de Pascual Orozco.
Con gran detalle, los periódicos narraron los preparativos del viaje y no pocos reprodujeron las palabras que el presidente Madero le había expresado a Huerta: “General: en vuestras manos encomiendo la suerte de la República. Id y regresad victorioso”. Las primeras planas de los diarios del día siguiente le dieron amplia cobertura al suceso y sólo dedicaron algunas líneas al viaje inaugural del Titanic.
Entre el 15 y el 20 de abril, cuando la prensa mundial cubría el hundimiento del Titanic y el rescate de los cuerpos de las víctimas, la mayoría de los periódicos de la capital llevaban en sus encabezados sólo dos temas: la campaña militar en Chihuahua y el intercambio de notas del gobierno mexicano con Washington.
El único periódico que por esos días destinó un amplio espacio a la tragedia del Titanic en primera plana fue El Imparcial, una vez que se comprobó la magnitud de la catástrofe. Nueva Era, El País, y otros diarios, le dieron espacio donde tradicionalmente publicaban los cablegramas internacionales: la segunda plana.
Las primeras informaciones recibidas en México, provenientes de la Prensa Asociada y otras agencias internacionales fueron confusas. El lector podía encontrar en los periódicos dos versiones totalmente opuestas sobre el mismo hecho.
Debido a los distintos horarios y a los cierres de edición, la noticia se publicó hasta el 16 de abril, un día después de consumada la tragedia.
“El gigantesco vapor Titanic sufrió serias averías al chocar contra un inmenso témpano de hielo –señalaba Nueva Era-. Inmediatamente, el capitán del buque se dio cuenta de la importancia de las averías, por lo que, sin pérdida de tiempo, el operador de la telegrafía sin hilos comenzó a pedir auxilio a las estaciones de tierra firme y a los buques que navegaban cerca del lugar. Como primera providencia y en previsión de que el Titanic no pudiese seguir flotando se arriaron los botes, tomando asiento en ellos las mujeres y los niños. En estos momentos, que todavía era de noche, hubo algunas escenas de pánico que dificultaron las operaciones de salvamento”.
Más que una tragedia, lo sucedido con el Titanic parecía un incidente menor. De acuerdo con la información reproducida por Nueva Era, varios barcos llegaron al sitio del naufragio donde encontraron al Titanic averiado y se dieron a la tarea de evacuar a todos los pasajeros. La colisión había sido severa y el barco presentaba graves daños, pero podía continuar navegando lentamente, sin auxilio alguno, hasta el puerto de Halifax en Canadá. El Carpathia y el vapor Virginia, los dos barcos que respondieron a la llamada de auxilio habían logrado recoger a todos los pasajeros y además se encargaron de buscar los botes que fueron arriados en los primeros momentos, los cuales estaban ocupados, en su mayoría, por mujeres y niños.
La nota del periódico concluía con involuntario optimismo:
“Fue una gran suerte que en el momento de la catástrofe estuviese la mar en completa calma, pues si no el desastre hubiera revestido mayor gravedad”.