El pueblo está en toque de queda debido a la desaparición de niños y niñas desde hace una semana, así que estoy segura de que mi madre me matara por llegar tarde; pero es que la biblioteca es demasiado interesante en estas horas en las que no tengo que atender a nadie que me juzgue por ser mujer.
Porque si, al parecer las mujeres no tienen derecho a ningún tipo de conocimiento que no sea cocinar o coser.
Las calles están vacías, y aunque las velas de los faroles se encuentran encendidas la noche aún parece demasiado oscura, las estrellas y la luna no iluminan lo suficiente y los libros que llevo no me ofrecen el calor necesario para calmar el frío.
Comienzo a correr cuando gotas de agua comienzan a caer. Dejo atrás el pueblo y me adentro en el camino del bosque que me lleva a la pequeña cabaña en la que vivimos mis cuatro hermanos menores, mi madre y yo.
Un sonido me hace voltear hacia atrás, y aunque intento divisar alguna figura no lo logró ni cerrando un poco los ojos. Se acerca cada vez más el sonido, parece una risa muy suave con un gruñido de perro, retrocedo lentamente y entonces todo se vuelve un silencio escabroso.
Del tronco de un árbol sale una mano negra con uñas largas y sucias, contengo la respiración, se escucha una risa de mujer por todos lados, miro a mi alrededor y observo la misma mano saliendo de detrás de cada árbol que me rodea.
- Solo tienes que acercarte—la voz suena como si me susurraran en el oído.
- ¿Qué es lo que quieres?
- A ti.
Los vellos del cuerpo se me erizan y dejo caer los libros al suelo, mis pies comienzan a moverse a toda velocidad hacia mi hogar, mientras mis manos intentan mantener el vestido arriba para que no se me enrede en las piernas.
Puedo escuchar su risa detrás de mí, y el sonido de cuatro patas siguiéndome de cerca.
No puedo llevar a esta cosa camino a casa, así que me interno en el bosque, esperando perder a la criatura entre las ramas. El lodo me hace difícil correr, pero no pierdo la esperanza, así que suelto el vestido y me sujeto de las ramas gruesas que están a mi alcance.
El vestido se vuelve pesado, el lodo es cada vez más profundo.
- Solo tienes que acercarte—susurra de nuevo.
Giro el rostro, no hay nada, todo está tranquilo, la luz de la luna genera sombras que me hacen erizar la piel, pero siento una extraña paz, dejo caer mi espalda en el tronco de un árbol y comienzo a respirar.
Mi madre debe estar desesperada por saber dónde estoy.
Cierro los ojos un momento, y realmente no sé si mi imaginación es tan poderosa para creer que una especie de demonio me perseguiría por un bosque de esta manera tan absurda o leer tantos libros de cuentos de terror me ha vuelto un poco desquiciada.
Al abrirlos veo a una niña sentada en el fango, con una mirada curiosa y un par de trenzas negras que llegan hasta el suelo, retrocedo asustada y agarro una piedra, hago el ademán para lanzársela, pero ella ni se inmuta.
Sigue tranquila, con sus ojos sobre mí, su mano va a sus labios y posa su dedo índice sobre ellos para indicarme que guarde silencio, yo frunzo el ceño y cuando estoy por abrir la boca se escucha un grito de mujer llenar el bosque.
- Nos está buscando—la voz de la niña está llena de tranquilidad a pesar de estar en un lugar oscuro y tenebroso.
- ¿Quién?
Me acerco a ella, le tomo su mano y me hinco frente a ella.
- El mal.
Se lanza sobre mí, sus brazos me rodean y puedo sentir su cuerpo temblar, yo la rodeo con mis brazos mientras le acaricio la espalda para calmar su miedo, tal y como haría con mis hermanos.
La risa de una mujer suena a mis espaldas, yo giro mi rostro, no hay nada, solo ramas y oscuridad. Vuelvo la mirada hacia la niña, pero ya no es una pequeña. Es una mujer con cabello negro que ondea en el aire a pesar de que no hay ni una sola brisa, el rostro de la niña se ha vuelto maduro, tiene una sonrisa maquiavélica y sus brazos aún continúan rodeándome.
- ¿Quién eres? –susurro. – ¿Qué quieres?
- A ti—acerca su rostro al mío, y el olor de su aliento es terriblemente asqueroso.
Intento soltarme de su agarre, pero ella pone su mano sobre mi pecho, justo sobre mi corazón. El dolor se vuelve ensordecedor, suelto un grito, y la veo volverse una nube negra espesa que se adentra en mi cuerpo poco a poco hasta que desaparece.
Mi cuerpo se mueve sin que yo se lo pida, y cada vez me siento más débil, con más sueño.
- ¿Qué has hecho? —sorprendentemente la voz no sale de mis labios, solo se escucha dentro de mi cabeza.
- Solo duerme, yo me encargo de tu cuerpo—puedo sentir como sonríe.
Tararea una canción prohibida por la iglesia, y entonces me doy cuenta, es un demonio. En la mano lleva una daga, se dirige a mi casa, intento detenerme, detener mi cuerpo, pero es inútil, ha llegado a la cabaña, las risas de mis hermanos se escuchan dentro, su puño golpea la puerta y esta se abre segundos después, dejando ver el rostro sonriente de mi hermano más pequeño.
- Anika, has llegado—sonríe con alegría y siento como se ensancha la sonrisa en mi rostro.