Cuando el mundo comenzó a caer dentro de un círculo vicioso de climas extremos el gobierno llamó a los mejores científicos del mundo, y mi madre estaba dentro de ellos. No tardamos ni un día en ser llevados a una base militar donde viviríamos, había miles de familias reunidas, y aunque no había ni un solo hallazgo de que podría salvar a la tierra, aún no se perdía la esperanza de encontrar la solución.
La base militar ni siquiera se encontraba en mi país natal, habíamos sido llevados a Indonesia, y todo el lugar está rodeado de selva. Sinceramente, para una mente inquieta como la mía no había lugar más perfecto para la aventura, así que mamá optó por llevarme consigo a todos lados, el laboratorio, las oficinas, la armería, y ese lugar tan desconocido para todos que parecía ser la solución absoluta.
Justo en el centro de la base, había un enorme agujero, debes en cuando las personas más preparadas de este lugar bajaban y subían con muestras de plantas, de tierra, de cristales, y de agua. Ya habían pasado cerca de seis meses, cuando de pronto, la tierra comenzó a temblar.
Mi madre y yo nos encontrábamos en la orilla del agujero, cubiertas con un traje blanco y una careta de esas que usan para no respirar gases tóxicos, ella me miró asustada, como si supiera que iba a suceder eso en algún momento, la tierra comenzó a separarse, haciendo un gran espacio entre ella y yo.
- Tranquila, tranquila, solo salta, yo te atrapo Aster. —me dijo con toda la tranquilidad que pudo, pero en su mirada se notaba el terror.
Las alarmas comenzaron a sonar, la gente corría por todos lados, el terremoto no paraba.
Mire hacia atrás, el suelo que tenía alrededor mío comenzaba a desaparecer, así que respire profundo y salté. La mitad de mi cuerpo se encontraba colgando en el vacío, mi madre me sujetaba de los antebrazos con tanta fuerza que dolía, quise hablar, nunca lo había deseado tanto, quería gritarle, pero había nacido sin cuerdas vocales, así que solo la miré.
El suelo tembló con fuerza. Mi madre me soltó al caer de espaldas y aunque intenté sujetarme de las raíces que brotaban, caí al vacío.
El viento me golpeaba con fuerza mientras caía, no podía respirar, y sentía como mi cuerpo comenzaba a aflojarse. Entonces la vi, era una sombra que volaba sobre el agua, esquivando cada una de las rocas y trozos de tierra que caían con violencia.
Me miró, sus ojos tenían un fabuloso brillo dorado, sentí calma, como si no hubiera nada por lo que preocuparme, de pronto su vuelo cambió de dirección, venía a mí, con las fauces abiertas.
Pero antes de llegar, una roca la golpeo y yo caí en el agua, intenté salir, nadar, respirar, pero no podía, dejé de pensar, de intentar salir, y cerré los ojos.
Sentía como si ardiera por dentro, abrí los ojos y escupí el agua, ya no tenía la máscara, mire a mi alrededor con dificultad, estaba en un claro, una corriente de agua corría a mi lado, había árboles que nunca había visto en libros, ni en aquellos ensayos que mi mamá había realizado. Las flores eran hermosas y diferentes, con aspectos increíblemente asombrosos, pero la emoción fue sustituida por miedo cuando miré detrás de mí.
Ahí estaba la bestia, la sombra.
Las patas eran parecidas a las de un dragón, con escamas que mientras más subías eran sustituidas por un pelaje igual de blanco que las escamas, el cuerpo era de un felino, podría pensar que era un tigre, pero tenía rasgos más finos y un hocico más largo, contaba con un par de alas que tenían manchas negras hasta casi parecer grises, y no solo una cola, sino dos preciosas y esponjadas colas grises, era un animal formidable.
Me recargo en mis rodillas, me mira con la cabeza agachada, como si estuviera pensando atacarme, yo levanto las manos lento, en señal de relajación, aunque estoy transpirando y mis piernas tiemblan. Cuando estoy de pie me doy cuenta de su tamaño, debe medir dos metros, suelto un suspiro y me muestra los dientes, como cuando los gatos te advierten que no te acerques.
Alguna vez mi madre mencionó una leyenda que contaban en Indonesia, sobre una bestia que había sido el origen de la vida, la bestia que podía controlar el nacimiento de cualquier cosa, y controlar cualquier tipo de desastre natural. La verdad es que en ese momento una leyenda me pareció lo más absurdo que me pudiera contar una científica renombrada que vivía por y para la ciencia.
Ahora ya no me parece tan descabellado.
El animal gira la cabeza, como si de un perrito curioso se tratará, yo hice lo mismo, el gira la cabeza hacia el otro lado, y yo imito su movimiento. Comienza a caminar hacia mí, olfateando en todo momento, yo me quedo quieta, pensando en que eso se debe hacer en algunos casos ante un depredador, así que cuando llega frente a mí solo siento como si el corazón se me fuera salir del pecho.
Su nariz me recorre de arriba abajo, pero se detiene en el abdomen, me empuja hacia atrás con su hocico y yo caigo al suelo, lo miro con miedo, su enorme pata rasga el traje blanco, y entonces veo una mancha roja que se expande por mi playera. Levanto la tela con cuidado y observo una herida que va desde la costilla hasta el ombligo, estoy sangrando.
El animal se acerca a mí, yo retrocedo por miedo a que la sangre lo atraiga, pero me sujeta con su pata para evitar que me mueva, veo su hocico acercarse a la herida, así que cierro los ojos y me preparo para que me devore. En cambio, siento su lengua áspera y fría recorrer la herida, abro los ojos y ahí está, lamiendo una y otra vez.
Ante mis ojos puedo ver como con cada lamida la herida comenzaba a cerrarse cada vez un poco más. La herida estaba cerrándose, como si se tratará de magia o de esas películas en las que el rayo láser simplemente une la piel.
Cuando termina se sienta a mirarme, incluso pareciera que sonríe, yo llevo mi mano a donde hace un momento estaba la sangre y la carne cortada, y no hay más que una cicatriz, miro al animal, fascinada, ¿qué carajos estaba pasando aquí? Tal vez me golpee demasiado fuerte la cabeza, o el agua tiene algún tipo de toxina que me hace imaginar cosas.
Tal vez, la leyenda era cierta.
Si enumeraba la cantidad de cosas que estaban pasando en el planeta, ¿qué tan raro era que me encontrará una bestia tan formidable y única en un agujero dentro de Indonesia, donde miles de científicos estudian lo que sería nuestra salvación de la extinción?
El animal se recuesta sobre su espalda y comienza a revolcarse sobre el extraño césped de color azul como si fuera un simple gatito, y es entonces que lo noto, no era un él, era una hembra, en realidad nunca pensé que fuera hembra debido al tamaño.
Me acerco lentamente, se queda quieta, esperando a que yo muestre un indicio de ser una amenaza, así que solo extiendo la mano, esperando a que se acerque por si sola. Olfatea mi mano unos segundos, y de un momento a otro su nariz húmeda esta contra mi mano, se restriega como si se tratará de un animal doméstico y puedo sentir su pelaje, suave y terso.
Es una bestia maravillosa.
Estoy por acariciarla con la otra mano, cuando de pronto una red de metal cae sobre ella, ruge con fuerza mientras golpea con sus enormes garras el metal. Los soldados bajan de los botes y se acercan a nosotros con el arma preparada para disparar, yo me pongo frente a ella para evitar que le hagan daño.
- ¡Aster, apártate de ahí! —escuchó.
Mi madre sale de entre los soldados con gesto temeroso, niego con la cabeza.
- ¡Ven acá ahora mismo! —miro al animal, mi madre niega con la cabeza, pero está demasiado lejos para detenerme.
Tomo la pesada red y la aviento sobre su cabeza, ella queda libre en cuestión de segundos, ruge de nuevo y entonces abre sus fauces, de ellas sale un humo blanquecino, lo respiró, no causa nada, es solo humo, niebla.
Pronto la visibilidad es completamente nula, escuchó a los soldados gritar ordenes, retrocedo asustada y mi espalda golpea con algo, es ella, me está mirando con intensidad, es como si pudiéramos entendernos.
De pronto de entre sus patas sale una bestia pequeña, una cría. La cría corre hacia mí, yo la tomo en brazos, subo en la espalda de su madre, ella agita las alas con fuerza, el viento comienza a disipar la niebla, y puedo ver a los soldados. Alzamos vuelo y cuando estamos a dos metros de altura, un soldado dispara en repetidas ocasiones, escucho a la bestia quejarse, y pronto comenzamos a precipitarnos hacia el agua.
El agua fría invade cada poro de mi cuerpo. Salgo con dificultad mientras sostengo a la cría, la corriente me aleja del claro.
Puedo ver a mi madre buscarme con desesperación, los soldados dentro de los botes van hacia el cuerpo de la bestia que me salvo la vida, tiran de sus patas con fuerza para subirla, está muerta.
Dejo de luchar contra la corriente. Si dispararon a un animal que no estaba haciendo daño, que le harían a una cría. No es tan raro que nos estemos extinguiendo si los humanos destruimos cada cosa que tocamos.
La corriente nos lleva hasta un manantial, salgo del agua, la cría no tiene ni un solo rasguño, la mantengo entre mis brazos mientras camino, todo sentimiento de miedo ha desaparecido.
Sé que mi destino es proteger estos animales, proteger el mundo del mismo ser humano, destruimos con el objetivo de sobrevivir, encontraré la manera de salvarlos, porque sé que hay más de estas criaturas.
Sumber y yo, como decidí llamar a la cría que llevó en mis brazos, seremos el origen de la extinción del humano egoísta y destructor.
Tal como significa el nombre, somos el origen, el origen de una era sin humanos.