Es difícil explicar lo que se siente al bailar, y si alguien a quien no le gusta bailar (porque no lo ha probado nunca) le preguntara a alguien que le gusta bailar “¿Por qué lo haces?”, es posible que tuviera problemas para enumerar la lista de los beneficios que le aporta.
Para nadie es un secreto que grandes personajes de la historia en México tenían sus canciones preferidas, como el caso del presidente Álvaro obregón que gustaba de la canción “El limoncito”, o el emperador Maximiliano gustaba de la habanera “La paloma”. En el caso del presidente Benito Juárez, existe la anécdota que llegó a bailar una polka titulada “La escobita”.
En el estado de Chihuahua, a escasos ocho kilómetros de Delicias está Rosales, cuyo origen se remonta a una comunidad establecida en 1620 con el nombre de Santa Cruz, y que fue destruida en la rebelión india de 1645. Cien años después, al poblado se le conocía como Santa Cruz de Tapacolmes por los indios que había traído desde Ojinaga el sargento mayor Juan Antonio de Trasviña y Retes para repoblarla. Se le cambió de nombre en 1831, en memoria del insurgente Víctor Rosales.
Durante la intervención francesa y el imperio de Maximiliano, acosado por el ejército francés, de camino a Chihuahua, Benito Juárez fue recibido con regocijo el 10 de octubre de 1864 en la Villa de Rosales, donde se le ofreció un banquete que terminó en baile.
El presidente Juárez gustaba del baile, era su debilidad, las mujeres en el Norte para festejarlo le preparan uno, y apenado les dice que no asistirá. Las organizadoras se reunieron, investigaron el porqué de esa actitud y llegaron a la conclusión que no es por menosprecio sino por falta de zapatos adecuados ya que los que tiene el presidente Juárez están rotos.
Tener calzado nuevo en plena guerra de intervención se convierte en un lujo que no puede darse el presidente de la república.
Pero, no hay problema, entre todas las damas de Rosales le compran unos zapatos nuevos, para sustituir los acabados que traía, que con cuidado trataba de ocultar.
Contento, el presidente bailó una polka llamada “La escobita”. Ya en Chihuahua quiso escucharla de nuevo, pero como no recordaba el título, pedía a los músicos “La segunda de Rosales”, sobrenombre que se popularizó más que el nombre original de la polka.