México, dicen, no es un país de padres. La figura paterna suele ser más heroica que cercana. El padre provee de sustento y seguridad a la familia, pero a cambio de ello se presume ausente y rígido en el trato con sus hijos. Por otro lado, la madre es un ser apacible, dedicada al cuidado y afecto del hogar. Claro, todo esto es un juego de roles, estereotipos de género, que debemos abolir y superar.
Pero, sin duda, el tener y ser un padre es una responsabilidad adquirida que trasciende en el tiempo y deja una profunda huella perenne que permea en la vida. Analicemos la vida de dos hijos de padres prominentes en la historia de México.
Benito Juárez quizá esperaba, como el grosso, que su hijo se convirtiera en un heredero liberal que siguiera sus pasos y, sin embargo, ¿qué sucedió? Bueno, Esther Acevedo en su libro “Por ser hijo del Benemérito: una historia fragmentada”, esclarece este tema interesantísimo.
El único hijo sobreviviente del matrimonio formado por el presidente Benito Juárez García y Margarita Maza fue “un júnior, como los que podemos ver ahora, sin oficio ni beneficio más que usar el nombre del padre, pues no le salió nada en la vida, ni los negocios ni tuvo familia. No fue un buen gobernador de Oaxaca y quedó totalmente endeudado. Era un hombre que vivía de las apariencias”, afirma la investigadora Esther Acevedo.
De niño, Benito Juárez Maza conoció a Porfirio Díaz, como amigo de su padre y después como su enemigo: “Ciertamente Díaz dice ¿qué hago con un Benito Juárez Maza?, que se vaya. Así que se fue de diplomático unos años, primero a Italia, luego a París, Alemania, Washington y de regreso a París, que le fascina”. Sin embargo, de acuerdo con cartas encontradas en el archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Juárez Maza “no tiene lo que se necesita para ser un diplomático, lo que llaman conveniencias”.
Además, era un poco colérico; en cuanto alguien hablaba mal de su padre, lo retaba a duelo. Tiene duelos con muchos franceses.
Finalmente, se casa con una francesa en París, contrajo nupcias con una ciudadana gala, María Klerian, en 1888. Poco tiempo después, Juárez Maza regresó a México con su esposa. De este matrimonio no hubo descendencia y por fotografías se sabe que ambos eran afectos al lujo y el dispendio.
Luego creó una agencia en la que hace negocios con más o menos el siguiente esquema: El pide a Díaz un favor, que le done 30 hectáreas de tierra en Guerrero; entonces consigue un socio con dinero, con quien pone un negocio. Luego consigue comprar, por ejemplo, caballos que vende al Ejército Mexicano. Son negocios en los que nada más pone su nombre e influencia.
Con el estallido de la Revolución Mexicana y el exilio de Díaz en Francia, Juárez Maza llega por fin a la gubernatura de Oaxaca en su segundo intento, en 1911. Sin embargo, un año después, muere por un infarto fulminante en abril de 1912, a los 59 años.
Parece que Juárez Maza, ya como gobernador, entendió tarde que no era suficiente el ostentar el nombre de su padre para llevar a buen puerto cargos con grandes responsabilidades. Y es que justo el día de su muerte, se ve obligado a publicar un manifiesto a la Nación tratando de defenderse de graves acusaciones que lo incriminaban como asesino de la gente del pueblo.
Curiosamente, en ese documento firmó, como ya era su costumbre, sin su segundo apellido, solo como ‘Benito Juárez’. Aun así, tuvo el nombre, pero no el honor ni la gloria del Benemérito de las Américas.
En cuanto respecta a Porfirio Díaz tuvo ocho hijos, de los cuales, siete fueron dentro del matrimonio con su primer esposa y sobrina, Delfina Ortega Díaz. Lo que se sabe de cómo fue la vida de estos ocho individuos es que al final sólo tres sobrevivieron y el resto falleció en la infancia. Dos niñas y un varón fueron quienes quedaron.
El nombre completo del varón era Deodato Lucas Porfirio Díaz Ortega. Nació el 18 de octubre de 1873, y murió el 28 de diciembre de 1946. Fue el cuarto hijo de Porfirio Díaz, y de Delfina Ortega. Díaz Ortega fue un ingeniero militar y contribuyó a varios proyectos importantes en el país. Se sabe que tuvo ocho hijos.
El hijo varón del expresidente nació en la Finca de la Candelaria, en Tlacotalpan, Veracruz. Él fue el primer hijo de Díaz en llegar a la edad adulta, ya que sus tres hermanos mayores, Porfirio Germán, Camilo y Laura, murieron muy pequeños. Los primeros años de su infancia los vivió con la familia del general Luis Mier y Terán, en Veracruz, mientras que su familia se encontraba en la Ciudad de México.
A pesar de ser muy bueno para el estudio, el joven solía causar problemas en la escuela, debido a su conducta, por lo que su padre decidió enviarlo al Colegio Militar para que continuara su educación.
Porfirito ingresó en 1887, a los 13 años, al Colegio Militar en Chapultepec, cuando este se encontraba bajo la dirección de Juan Villegas. Ahí cursó, con éxito, sus estudios de Ingeniería Militar.
En 1900, participó en la maqueta para el proyecto del Monumento a la Independencia, sin embargo, el concurso fue ganado por Antonio Rivas Mercado. En 1904, con el grado de capitán, ingresó a servir en el Estado Mayor Presidencial, donde trabajó como ingeniero en varios proyectos, por ejemplo, la modificación al Palacio del Marqués del Apartado.
Para 1910 fue ascendido al grado de Teniente Coronel, y se encontraba trabajando en los proyectos de La Castañeda, en Mixcoac, la Escuela Normal de Maestros, en Tacuba, y algunas acciones en la Compañía Mexicana de Petróleo El Águila.
Con la Revolución huyó con su padre a Europa, pero tras su muerte, y años después, pudo volver a México gracias a un decreto de Lázaro Cárdenas que permitía a los exiliados políticos volver al país. Murió el 28 de diciembre de 1946, a los 73 años.