Podría hablar del día en que te conocí como si hubiera sido ayer, y es que, más de una vez he comprobado que recuerdo cada detalle de cada memoria que tengo guardada en aquel recóndito lugar que muchos llaman mente. Muchas personas creen que el amor es algo que se encuentra en el incesante camino de la vida, cruel, despiadado y sobre todo inconstante.
Aunque yo no podía discernir más de esas opiniones llenas de casualidad, en lo que a mí respecta el amor de tu vida está destinado, y sé que cualquier persona podría llamar a más de un el amor de su vida, pero cuando yo te vi, supe que estábamos unidos a más de un plano y en más de un universo.
He leído los suficientes libros de novelas de amor para saber que cuando sientes esa corriente eléctrica por la espalda es que la has encontrado, o que tal vez puedas sentir como tu estómago se revuelve mientras sientes mariposas, o como dicen en otros, sientes una paz inigualable y comodidad increíble que te hace sentir como nunca otra persona te ha hecho sentir.
Pero yo sabía que ese no había sido mi caso, para ser de lo más honesta, cuando te encontré no pensé en nada más que una hoja blanca siendo rayada una y otra vez en lo que pedía por favor que dejarás de decir tantas palabras sin sentido, nunca había encontrado una persona que hablará tanto y fuera tan auténtico, tan él, tan sin miedo, tan amable.
Eso no era más que una total mentira, así que más que querer conocerte porque me caías bien, quería demostrar que nadie podía ser tan bueno, que nadie podía ser tan perfecto, porque seamos sinceros, aquí entre tú y yo: No podía ser posible.
Imposible sería la palabra perfecta con la que te describí y con la que te sigo describiendo.
Me pareció todo un espectáculo ver la confianza en ti mismo y no mostrar vergüenza a pesar de que tus bromas no fueran graciosas, te reías incluso de ellas y contagiabas a los demás de una sobremanera tan exhaustiva que por momentos sigo sin poder seguirte el paso, porque sí, resulta que eres la primera persona que me hace sentir que tomarte el tiempo para realizar las cosas sin presión parece algo tan fácil, y lo haces parecer así, de verdad, pero quién diría que hay más de una manera de quedarte enganchado a un persona.
Ni siquiera me di cuenta, no lo noté, estaba increíblemente extasiada que nunca pude notar que está completamente pérdida por alguien. Suena como algo que no puede pasar, como algo que no sucedería mientras estás viviendo de manera consiente tu vida, sin embargo, resultó que ahí estaba yo, frente a ti, evadiendo un beso que vi venir demasiado pronto, que no estaba preparada para aceptar y menos para aprovechar.
Era curiosa la forma en que da vueltas la vida, un día mencionas que nunca te enamorarás, que esto es solo un juego, y al otro evades cualquier tipo de contacto con la persona que te está haciendo sentir de una manera tan… poderosa.
Había pasado mucho tiempo de esto, y aun así, cada segundo de mi larga e injusta vida, podía recordar cada centímetro de piel, cada risa, cada lágrima y cada augurio de que estabas por alejarte de mí.
Desearía haber tenido un poco más de horas contigo, pero tú envejecías y yo permanecía en la misma piel durante décadas, a lo largo de mis incansables días descubrí que era capaz de amar, pero no de la manera en la que lo había hecho contigo, y vaya que había encontrado cientos de amantes, pero ninguno lograba igualarte.
No sabía por qué el universo me había dotado de tan cruel don, porque no podía ser un milagro ver a los que amas irse una y otra vez, y a comparación de mi historia contigo, recordaba poco de mi vida, poco de mi infancia, y aún más, poco de mi paso por esta tierra, cuando te perdí decidí que estaba más que exhausta de superar cada difícil obstáculo que se interpusiera en mi camino.
Creo que fue en el momento en el que perdí la esperanza que todo cambió.
O al menos eso pienso.
Comencé a sangrar, a sufrir, a morir.
Juraría por cada espectro divino, que al fin mi maldición había desaparecido, y lo pedía con tanto fervor, con tanto anhelo que cuando pude sentir el miedo a la muerte, logre por fin respirar de verdad, y sentir como mis pulmones se hinchaban de aire, percibir olores que antes parecían tan comunes, acariciar texturas y sorprenderme de nuevo.
Tan solo habían pasado dos mil años, y ahora, después de esos cien años en los que te adoré, te preferí y te amé, aprendí a amarme a mí, atesorar cada segundo de los días que pasó conmigo, inhalar cada aprendizaje para mostrarme afecto y dejar de lado todas aquellas cicatrices que se mantuvieron abiertas, a sanar.
Para mí, solo hay una forma de avanzar, de crecer, de amarte, y esa es romperte en añicos, quedar destrozado, incluso cuando sientes que no hay nada más que hacer para poder seguir, porque el único que tendrá el poder de verte crecer y superar, valorando cada uno de tus pequeños y grandes logros, eres tú.
Y así tengas miles de años, o tan solo cinco, solo tú eres capaz de observar con la grandeza que se merece, cada minúsculo logro que has pasado.